domingo, 30 de junio de 2019

Un día cualquiera

Cuando lo único que hace la luz, es quemarme. 

Yo te he dado mi vida, 
te he dedicado el tiempo que me mata, 
te he dedicado mi muerte.
Te he dedicado mi muerte. 

No sé cómo cuidar de un cuerpo que... 
no sé como reapropiarme. 
Apropiarme. 

Nací con unos zapatos grandes que nunca supe usar. 

miércoles, 19 de junio de 2019

Esperanza muerta

Ayer sentí tu mano bajo la mía. Me apretaba firme y suave, y yo rozaba las rugosidades de tus dedos, como hacía entonces, con la tranquilidad de quien sabe que ese el sitio donde tienen que estar, que no huirán; que al fin se han encontrado.

Tuve una casa en tu pecho.
Tuvimos una casa en nuestro pecho.
Nunca más habrá hogar.

Ahora el agujero negro de mi estómago trata de arrastrar a mi corazón, que resiste como una goma que se estira hasta dar kilómetros de sí. No veo el momento en que se despegue del hueco de mis costillas y caiga hasta el infinito, y tiña de pasiones frustradas todos mis huecos vacíos.

martes, 18 de junio de 2019

Puesta en abismo

Tengo un miedo terrible. Pienso en la puesta en abismo. No sé si valgo para esto. Sé que la rutina me mata casi con tanta intensidad como este miedo a saltar. No hay lugar en que se pueda escapar de esta ansiedad terrible que vibra bajo la piel. Y me pregunto si hay salida más allá de buscar, a golpe de cuchillo, el origen de un temblor que me da unas nauseas incontenibles. Terminaré por vomitarme.

martes, 11 de junio de 2019

Un día

He sacado a pasear a mis fantasmas, y ahora, que ya no recuerdan lo que era el encierro, que han crecido y  madurado sus neuras (y las mías) no sé cómo meterlos en un parque infantil.

He querido ser libre y he creado un monstruo.

Mi cuerpo

Normalmente me siento el corazón. Es curioso que el latido, más que parecerse a un bom-bom, es un crag-crag, que se mete en el oído con una intensidad de lo más desagradable. Crag-crag, crag-crag... y entonces da igual de qué lado me tumbe en la cama, o que me siente. Y si me tapo las orejas, el sonido se hace más y más fuerte, como si se resistiera a desaparecer.

Hay momentos en los que en lugar de eso, siento como si se encogiera, como si tratara de ocupar el mínimo espacio posible, o hacerse fuerte ante un ataque, o gritar alto para no oír. Entonces no hay crag, solo presión como si alguien me tocara en el pecho con un dedo gigante y apretara diciendo "justo aquí". Y me cuesta respirar. Y me duele la garganta.

Pero es peor cuando siento vacío. Esos momentos en los que no hay nada, no hay latido ni presión. Y me imagino un hueco triste, a la espera de recoger un órgano fugado, y me invaden imágenes de venas y arterias por las que nada circula, mi propio cuerpo, aún móvil, muerto. 

Es una imagen angustiosa, con la que todo cobra sentido. 

Asumo mi muerte, y entiendo tantas cosas.

domingo, 2 de junio de 2019

Diluyendo

Se puede diluir la vida en la mera supervivencia.
Para lograrlo, añadir:
trabajo insípido que a duras penas dé para comer,
afición cara a la que puedas acceder solo cuando el trabajo insípido lo permita,
sueños previamente ahogados con una almohada de pluma.

(para ello, sostener la almohada sobre el sueño y presionar con constancia durante al menos 5 años, que es la media que tardan en morir asfixiadas las aspiraciones de felicidad)

se apaga

Una chispa se prende. Temblor torpe, Vuelco contenido, Sueño espontáneo.  Una chispa se prende. Se que se elevará lentamente hasta apagarse,...