Normalmente me siento el corazón. Es curioso que el latido, más que parecerse a un bom-bom, es un crag-crag, que se mete en el oído con una intensidad de lo más desagradable. Crag-crag, crag-crag... y entonces da igual de qué lado me tumbe en la cama, o que me siente. Y si me tapo las orejas, el sonido se hace más y más fuerte, como si se resistiera a desaparecer.
Hay momentos en los que en lugar de eso, siento como si se encogiera, como si tratara de ocupar el mínimo espacio posible, o hacerse fuerte ante un ataque, o gritar alto para no oír. Entonces no hay crag, solo presión como si alguien me tocara en el pecho con un dedo gigante y apretara diciendo "justo aquí". Y me cuesta respirar. Y me duele la garganta.
Pero es peor cuando siento vacío. Esos momentos en los que no hay nada, no hay latido ni presión. Y me imagino un hueco triste, a la espera de recoger un órgano fugado, y me invaden imágenes de venas y arterias por las que nada circula, mi propio cuerpo, aún móvil, muerto.
Es una imagen angustiosa, con la que todo cobra sentido.
Asumo mi muerte, y entiendo tantas cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario