Hundí cada uña en una puntada.
Rogué al tiempo.
Corté el aire una vez dentro.
Bañé mi cuerpo para atemperar mis dudas
Rocé la constante para aclararla.
Fijé el punto exacto del desastre.
Marqué la zona cero.
Cerré los ojos, apreté las manos dispuesta a que la ráfaga arrasara con todo, sin saber que mi alma estaba apenas hilvanada.
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