Tienes un mar de pájaros en la mirada, una conversación honesta y la seguridad de quien asume que no habiendo pertenencia no hay nada que perder.
Tienes una astuta inocencia que hace sonreír a cualquiera, y unas ganas de vivir tan abrumadoras, que yo, que siempre ando con un pie en el Arqueronte, descubro de repente un miedo al naufragio sin estrenar.
Y se reabre la herida. Se quiebra la cáscara. Y auguro el frío tanto como anhelo tu aliento en mis manos.
Porque cuando huele a tragedia, como un gato en una carretera, no puedo hacer más que mirarla, paralizada, y esperar el golpe.
Por eso -no te ofendas- te pregunto, pequeño animal del demonio, fuerza telúrica, coincidencia divina ¿a qué coño vienes ahora?