La vida me avisa. Siempre me avisa.
Quizá ya no haya opciones.
Quizá esta sea la renuncia definitiva.
Porque llegaste tarde, porque llegué tarde.
Porque nací pronto, y tú tan a tiempo.
Porque sabes que no es, y sin embargo...
Porque ya no sé si perdí el norte y he decidido transformar la realidad a mi favor
pero tu abrazo es mi casa,
y tengo tanto miedo a sentir un hogar,
a bajar la guardia,
que apenas puedo tocarte, pensarte o mantenerte la mirada.
Huyo.
Hago bien, lo sé.
Te quiero feliz y lejos.
Porque no he venido a romper tu mundo, sino a contemplar la belleza abrumadora de tu exactitud,
a saber que existes,
y que eso me inquiete.
Y así, como el vagabundo que mira por la ventana a una familia que cena reunida,
te miro, sueño, y me despido,
a cada momento,
de mi futuro contigo.