Enfermedad

Se ondula la vida
y es la flama de mi cuerpo
la que no me deja ver nada nítido alrededor.
No sé quién hay ahí fuera,
no confío en que haya alguien.
La supervivencia es un túnel solitario.

Comienzos

Y al borde del precipicio,
con el peso de mi historia,
despojada de ataduras,
solo me quedan dos opciones:
volar
o precipitarme al vacío de la caída.

Sintonía

Me gustaría saber  a qué suenan las yemas de tus dedos,
tu espalda,
la boca de tu estómago cuando se encoge de miedo,
tu respiración agitada por la ilusión,
las palabras que contienes,
el pensamiento que esconde ese  silencio en el que tratas de ordenarlas, para luego desecharlas;
las sonrisas que no me regalas.
Me gustaría conocer los acordes que te calman - costilla, hombro, mejilla-,
que te alivian - mano, cabeza-,
los que te sostienen de puro placer...
Me gustaría estudiar la música que escondes,
sentirla con las manos,
con los labios,
con la lengua, hasta llegar al alma.
Y una vez allí, dar con la clave.

Instinto

Tengo que agarrarme el instinto de protegerte. Tengo que atarlo corto. Temo que decidas saltar en caída libre, y que yo, en el afán de salvarte la vida, nos pierda a las dos. Tengo un lobo desgarrando la boca  de mi estómago, aullando por lamerte las heridas.

Cuando dejé de contar los días.

Me he despertado con cuerpo de haber dormido contigo,
de habernos tocado, lamido, de habernos hecho gritar.
Me he despertado con la paz de un orgasmo
precipitado por tus manos, por tus ritmos, por tu boca.

No sé en qué mundo, hoy, he dormido contigo.
Y nos hemos querido tanto...
tanto...
como entonces.

Cuando darnos la mano era ser imparables,
sellar nuestros cuerpos,
hacernos bandera,
ondearla, despreocupadas, por Argumosa...

Cuando fuimos para siempre,
 por un tiempo.
¿Te acuerdas?
Yo casi lo había olvidado.