Se ha hecho de día aunque no lo parece.
Ella no para de escribir en casa. Tiene entregas que hacer, y una losa que la supera a la espalda. Apenas puede ver. No sabe por qué, hay un velo de distorsión que la separa de la vida.
Pero ha llegado el olor a lluvia...
Mira por la ventada. Todo está gris. Su ánimo se ha expandido al mundo. Casi se siente culpable, cuando empieza a llover.
La humedad se condensa delante de ella. Puede ver el proceso en que toda la tristeza decide unirse y caer por su propio peso.
Sale al balcón y se baña en las desgracias vencidas del mundo, que arrastran su pena a los pies de viandantes despistados a los que la lluvia cogió por sorpresa. Y llora.
Ahora ve.
Este es mi diario, lejos de ser algo con forma perfecta, de seguir cánones de belleza o estilo, de pretender nada. Solo es el lugar donde vomito, donde grito de alegría o pena, donde conecto, cuando me acuerdo, conmigo. Un hilo conductor que atraviesa mis días.
domingo, 14 de octubre de 2018
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