sábado, 13 de octubre de 2018

Carretera

Se me duermen las manos y los pulmones.
Hoy he conducido por una carretera eterna, rodeada de pastos. Amarilla toda ella.
He sentido que viajaba a una muerte segura, y por un momento, no he existido.

No era duro para la mayoría. En general uno llora varios días y luego vuelve a la vida mejor que mal.
La familia cercana sí se desmoronaba. La rutina se daba la vuelta y nada volvía a ser igual, aunque haga mucho que me fui.

No he sabido dónde meterte a ti. Supongo que en una especie de recipiente aislado, en cuarentena. Supongo que son esas cosas que solo sabes tú. Que nunca me explicaste. A ti tenía que preguntarte todo porque descifrarte era equivocarse una y otra vez... Descrubirte fue un poco por instinto, y todo lo demás puro interés, ganas, belleza. Pero es mejor no pensarlo.

He dejado de existir por un momento, y he tomado conciencia de lo absurdo que es morir un poco en cada duelo (del frío que se va quedando, del ciclo, la espiral). Y lo necesario... para generar nueva vida.

Estoy envolviendo la mía, y espero ansiosa el momento de abrirla.

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