No sé si lo recuerdas. La primera vez que nos vimos fue en Gran Vía. Tuviste que buscarme porque siempre me desoriento y suelo perderme en la multitud. Yo apenas sabía explicarte en qué boca de metro estaba. Madrid me resultaba aún muy ajena. Recuerdo girar sobre mí misma y verte, con tu abrigo verde, con el que te imagino ahora cuando fantaseo qué estarás haciendo este invierno, tan lejos de mí. Nos saludamos con dos besos y fuimos andando a Plaza de España. Yo tan tranquila, porque parecía haber hecho una nueva amiga, tú tan decidida, aprisionando los nervios con un dominio que siempre te ha caracterizado.
Peregrinamos en busca de una cafetería y al final el sitio fue lo de menos. Yo me acomodé en aquel sofá, con mi café, y tu, frente a mí, apenas hacías más que escuchar con interés. Qué fácil fue hablar contigo... y cómo esperaba que te convirtieras desde ya, en una constante. Aún no había nacido ninguna atracción más que la intelectual en mí (a pesar de tu aire dulce y sexy)... Aquel fue el día en que te hablé de astrofísica, y tú me hablaste de tu novela...
No hay comentarios:
Publicar un comentario