Tengo el corazón aguantando la respiración mientras se hunde en la vida,
como el niño que se tapa la nariz cuando se tira a la piscina,
para soltarla solo cuando empieza a chapotear.
No sabe nadar, no chapotea, buceará hasta la anoxia.
Es el destino irremediable de quien se sabe suicida
por miedo a la mediocridad, a la supervivencia como alternativa.
Es la tranquilidad de quien se arroja a todo o nada,
no dejando a medias la apuesta en un juego
que nos dejará, sin lugar a dudas ni excepción,
con las manos y el corazón deshechos.
Este es mi diario, lejos de ser algo con forma perfecta, de seguir cánones de belleza o estilo, de pretender nada. Solo es el lugar donde vomito, donde grito de alegría o pena, donde conecto, cuando me acuerdo, conmigo. Un hilo conductor que atraviesa mis días.
jueves, 31 de enero de 2019
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