La cafetería está a rebosar.
La música inunda el lugar hasta casi ahogar a los clientes. No se dan por aludidos. Conversan, estudian, trabajan en sus portátiles, mientras yo trato de abrirme paso entre toda la estimulación hacia un texto que tengo que memorizar para dentro de una hora.
Admiro la capacidad de la gente para concentrarse, de focalizar la atención hasta aislarse. Son islas en medio de un mar embravecido, remansos de paz. Admiro la coherencia de quien sigue su objetivo.
Yo leo un par de frases y el ritmo penetrante repiquetea en mi cabeza. Me sacudo y lo vuelvo a intentar. Alguien ríe. Levanto la cabeza. La gente es feliz. Sin tiempo casi para la vida, la gente es feliz. Yo tengo que tomar vitaminas para asumir el ritmo sin tener un humor de perros.
Vuelvo a mi frase. Esa que he leído ocho veces y sigo sin entender. Debería irme o ponerme los cascos con alguna canción de esas que me ayudan a...
Alguien se sienta frente a mí: "¿Qué haces, novata". El silencio se hace en torno a su boca.
...
Me da vértigo mantenerte la mirada, tienes ojos de comienzo y un abrazo que sostiene mundos.
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Me da vértigo mantenerte la mirada, tienes ojos de comienzo y un abrazo que sostiene mundos.
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