He decidido entrar despacio, para asegurar el paso. Todo
está oscuro y no consigo tocar ninguna pared. En cuanto he pasado el umbral, la
entrada ha desaparecido. No sé qué clase de cueva es esta ni a dónde lleva…
He perdido la noción del tiempo. Sería incapaz de decir
cuánto llevo aquí dentro. Puede que segundos, puede que días. Intento sentir si
ha cambiado algo por el tacto de mi propia piel, pero ya no sé con qué
compararlo.
Voy andando muy despacio. Con seguridad. Arrastro los pies,
punta talón. No oigo nada y me duele la cabeza. Me pesa todo el cuerpo y no soy
capaz de articular palabra. Quizá sea por el frio. Debí coger más abrigo y unas
botas de agua. Tengo los pies empapados por un agua silenciosa que inunda todo.
A veces pienso que quizá haya pasadizos laterales. No sé si
ando en línea recta o voy torciendo el camino hasta dar vueltas sobre mí misma.
No sé si es una cueva, o un enorme recinto subterráneo diáfano. Estoy atenta a
alguna luz. Nada. ¿Desde cuándo, nada?
Creería estar suspendida en el tiempo si no sintiera cómo la
gravedad me arrastra. Cada movimiento es un esfuerzo que dentro de poco ya no
me podré permitir.
Me da miedo tumbarme en el suelo encharcado y morir de
hipotermia, o no poder levantarme luego. Pagaría por una muerte rápida si
tuviera con qué.
A veces miro hacia arriba y pienso que quizá vengo de ahí.
Quizá he caído y es por eso por lo que no hay modo alguno de salir. Y sigo
cayendo. Y cayendo. Hasta llegar al final del camino, o a mi propio fin.
He entrado, asegurando el paso, hacia la muerte, no sé
dónde, no sé cuándo.
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