se apaga

Una chispa se prende.

Temblor torpe,

Vuelco contenido,

Sueño espontáneo. 

Una chispa se prende. Se que se elevará lentamente hasta apagarse, que ha venido a acariciarme, a ordenar mis miedos, alimentar ilusiones, a generar esperanza y enseñarla a andar. 

Te pienso, arista del día. 

Escalo a tu recuerdo cada día

Y caigo a la ausencia abandonada 

Que dejó tu silencio. 

Me agarro a la a certeza de la decisión consciente, de mi huída tímida, del cuidado. 

Y mis manos resbalan, mis brazos tiemblan sosteniendo a un corazón inquieto que anhela los tuyos. 

Y me quedo parada, buscando el termino medio entre la contención y la asfixia.

Cada día, un paso.

Cada paso, esperanza. 

Alejarme de ti dejando un hilo de vida. 

Acercarme a la fuente para recuperarla. 

Tienes parte de mi ADN en las uñas, en el pelo, en la lengua,

pero me regenero al ritmo de tu risa, aquella constante, acelerada, fácil. 

Y el recuerdo... 

Este bienestar es tan nuevo, tan desconocido y tan propio, como que te devuelvan algo que te perteneció en la infancia y que has olvidado a golpes de vida. 

Te quise. Por más que me resista a aceptarlo, te quise. 

Me dejé arrastrar por la idea que tienes de ti. Dejé que fuera la mía.

Ignoré el instinto, me agarré a la fe,

y te quise.

Asumir el engaño,

aceptar la decisión de dejarme engañar,

desconocer a quien, en un profundo ejercicio de contrariarme, quise.

Roto

Cuando el cuerpo lo sabe, lo sabe. 

Y tú tratas de convencerlo, de amoldarlo, deformarlo, porque quieres encajar. 

Y no encaja. 

Y ahora está roto.

Zona cero

Me agarré a las costuras, 

Hundí cada uña en una puntada.

Rogué al tiempo.

Corté el aire una vez dentro. 

Bañé mi cuerpo para atemperar mis dudas

Rocé la constante para aclararla. 

Fijé el punto exacto del desastre. 

Marqué la zona cero.

Cerré los ojos, apreté las manos dispuesta a que la ráfaga arrasara con todo, sin saber que mi alma estaba apenas hilvanada.